Los árboles hablan
Hace unos días, gracias a una charla TED, aprendí que los árboles se comunican entre sí, algo especialmente maravilloso a mí entender. Pero no sólo eso: resulta que los mayores cuidan de los jóvenes, y más aún, que las “madres” se encargan de sus retoños.

Se me dirá que los druidas ya lo sabían… y los egipcios y los mesopotámicos también; lo sabían en la India y los nativos americanos; los taoístas de la antigua China, y los africanos... hasta los bichos azules de Avatar tenían claro este concepto. Pero lo cierto es que ahora la ciencia, de la mano de Suzanne Simard nos trae pruebas de ello para que todos lo sepamos con certeza y no sea sólo un conocimiento de tipo místico; y lo más importante, ya no será opinable. La charla, que por lo demás no tiene desperdicio y se la recomiendo a todo el mundo (es en inglés) la encontrarán aquí: How trees talk by Suzanne Simard on TED
Yo era sólo un niño cuando se me ocurrió el siguiente aforismo: Llegará el día en el que los seres humanos se escandalicen de nuestro concepto de las plantas del mismo modo que hoy nos escandalizamos del concepto que se tenía hace unos siglos de los negros o hace no mucho de los animales, y entonces tendrán derechos las plantas también como los animales y los seres humanos. El descubrimiento de esta científica canadiense se adelanta mucho a su época puesto que, a pesar de la gran fe que tengo en mi especie, me temo que a muchos les dará igual que su descubrimiento apunte a que la tala de los bosques causa un daño que va más allá del empobrecimiento de nuestros recursos naturales y reserva de oxígeno y seguirán talando y quemando bosques sin tino pues, por desgracia, aún vivimos en una época en la que lo único que manda es el dinero –y esta sí que es una cosa que tardará mucho en cambiar.
Algo que resulta fundamental saber y que es fruto también de los estudios de esta científica es que los árboles mayores, los más grandes y viejos se encargan de que los jóvenes crezcan con mucha mayor rapidez y por tanto pueden regenerar los bosques a un ritmo muy superior del que lo hacen cuando no están presentes. ¿Cómo? Transmitiendo por las raíces, es decir comunicándose, la información necesaria a los jóvenes para que puedan crecer más robustos pero, a la vez, también enviándoles los nutrientes que necesiten en cada estadio. Es decir, los mayores, una vez más lo comprobamos, son garantes de estabilidad y prosperidad para la sociedad. Talando a los árboles más grandes, y por tanto, a los senadores de los bosques, estamos acabando con la sabiduría arborícola de decenios cuando no siglos o incluso milenios.

Proponer un alto a la tala de los bosques es una utopía demasiado aventurada incluso para alguien como yo; pero replantearse el sistema de tala en función de estos nuevos descubrimientos podría ser la clave para una sostenibilidad equilibrada. Suzanne Simard nos manda, en definitiva, un mensaje: Lejos de ser entramados de competencia por la luz y la supervivencia, los bosques son un óptimo ejemplo de colaboracionismo incluso entre especies diferentes, y formando como forman un entramado social mucho más complejo de lo que pudiéramos haber imaginado nunca deberíamos aprender de ellos.