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No tomaré postura alguna


Me han dicho que como soy escritor tengo que comprometerme con una causa; que he de tomar partido; que no puedo, por responsabilidad de intelectual, evadir el tema y no posicionarme.

Ya, bueno, pues resulta que, precisamente por mi cualidad de intelectual y mi característica de escritor, he decidido, libremente, no tomar ningún partido, pero sí voy a explicar porqué, así que, a los que me acusáis, leed con calma estas líneas:

Decía Lao Zi que la naturaleza humana incluye las cualidades de la bondad y del deber, pero a menos de ser guiada por los sabios, no puede ser correctamente dirigida, y yo, sabios, no veo por ningún lugar y en ninguno de los bandos. ¿Cómo voy a tomar partido entonces? Eso significaría dejarme guiar por alguien que no es sabio. ¡Absurdo! No yo. No necesito ningún ideal por el que sentirme vivo, ni mucho menos por el que morir. Aunque mucho me temo que habrá más Machados y más Lorcas, ¡por vergüenza nuestra!

Tomar partido significa declarar una confrontación. Significa seguir el camino que otros trazan. Yo no puedo hacer eso. Veréis, si el río va corriente abajo es por la ley de la gravedad, no por una idea fija; y si se topa con una roca grande, enorme, la bordea; y si ha de ir a la izquierda, porque será lo mejor para llegar a su destino y siempre siguiendo la Ley de la gravedad, pues irá a la izquierda; pero si en otro momento le es mejor ir a la derecha, por los mismo motivos y sin dudarlo, así lo hará. Derecha e izquierda son en realidad fases en el camino, y es bueno tomarlas ambas. Lo peligroso es estancarse –en cualquiera de los dos lados, pues ahí, donde el agua se estanca, mueren los peces y surge la pestilencia infecta.

Tomar partido significa aceptar que quien dirige está diciendo la verdad, y cuando uno comprueba constantemente, a diario, cómo la verdad, incluso ¡Ah! la historia, es manipulada, tergiversada, y ve de qué modo la propaganda ideológica se abre paso con extrema –insultante- comodidad entre los medios de comunicación y las redes sociales, aportando tantos “argumentos” –nótese el entrecomillado- a favor de un lado cuantos a favor del otro, pregunto yo, ¿qué clase de estúpido ha de ser uno para dejarse guiar? Y si no, es arrogancia, pues muy arrogante hay que ser para decidir que los líderes de un bando saben más que los del otro, cuando en ambos los hay que son intelectuales de verdad –no como uno-, literatos, ¡científicos incluso!, artistas, cantantes, poetas, y por supuesto políticos. Yo no tengo tanta arrogancia.

Es entonces donde aparece mi problema –que no el vuestro-: si quiero asegurarme de seguir a los que saben de Verdad, no consigo encontrar a ninguno que de verdad sepa. Por tanto, NO. No me posiciono. No tomo partido. Me parece una irresponsabilidad, de hecho.

Por último, y para no aburrir más, no sólo he estudiado Historia –nótese que lo escribo con mayúscula-, sino que me gusta seguir escudriñándola, así que, si queréis venirme con lecciones sobre el pasado, ahorraros la molestia, que ya me la busco yo. Gracias.


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